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Rosario, Santa Fe, Argentina

jueves, 7 de abril de 2011

Cereus, la habitación.

En un momento me encontré solo, estaba ahí, abatido por el todo, quien parecía estar jugando su carta más letal. Miré alrededor y lo único que encontré fue una puerta, solo una puerta, sin marco, ni pared donde estar. Parecía ser una discontinuidad en la soledad, o quizás una alternativa a la soledad colectiva.


Decidí entrar.


La habitación se abría ante mí como una confortable sala, de luz tenue que se asentaba en las paredes rojas.
 Toda esa luz venía de la chimenea que estaba frente a mi, a ambos lados de la misma, se ubicaban dos mullidos sillones, de altos respaldares y detalles en madera. todo allí parecía calmo. Yo estaba tranquilo en esa habitación secreta. Y la llame Cereus. y allí me refugié.
 Entre sus paredes fragüé mis planes y mis sueños, de sol y de mar, de montaña y desierto.
Y la habitación fue mar y tierra, y desierto y hasta quizás el polo mismo, son sus ventiscas y sus trampas, tornándose vil, austera y en ocasiones volvía ser cálida y confortable.
 Allí estuve, tras la puerta escondida, en el corazón mismo del todo, y en las entrañas de la nada.


El todo puede ser el monstruo que describí en otros relatos y, con tal de destruirnos, es capaz de todo. Puede usar  armas muy dañinas, pero más hiriente es cuando nos muestra otra realidad. Es así que con el dulce veneno de "lo que podría ser" nos tienta y adormece, llevándonos por caminos que no imaginamos transitar...o que evitamos muchas veces y es su trampa más letal, pues, nos pone en una situación mejor de la que vivimos, pero con una falencia, con un error, con una falta a un principio o valor esencial.
 Es ahí, cuando vemos que si fallamos a ese valor, podemos tener esa vida por siempre. Y nos tienta y nos gusta.


Pensé en esto, cuando estaba sentado frente al fuego, en Cereus, y fue entonces cuando me dí cuenta que el todo ya había jugado su carta. Entonces me desesperé y me incorporé de inmediato. Y alguien habló, pidiendo que no lo haga, pero lo hice igual. Y comencé a quitar el papel que cubría las paredes, ese papel rojo carmesí que le daba calidez a la habitación. Entonces vi que sus paredes eran de piedra y acero y eran frías.
 Luego destruí los sillones, tirándolos al fuego y vi que no se quemaban, por ende, no existían, su comodidad era falsa. Y finalmente, observando la chimenea, me decidí a apagar el fuego, pero éste no se apagó de ninguna manera, pues, no era mío, sino de la habitación. A pesar de todo lo que hice, la habitación intentaba seguir siendo cálida, con sus paredes rojas (aunque yo sabía que eran de acero y piedra) y su comodidad (aunque los sillones estén destruidos). Fue entonces cuando me dí cuenta que en todo ese tiempo, había estado en la trampa de Él y se me quebró el alma.
Salí malherido de la habitación y cerré la puerta. pensé que desaparecería, pero allí estaba de nuevo, tentándome a entrar, pero yo me fui.
Aún sigue allí, sin sus goznes, ni marco, ni pared. Estoy seguro que la habitación volvió a arreglarse, y espera que vuelva a caer en su trampa.
 "Solo por hoy" diré todos los días, "solo por hoy...me mantendré fuera de ella".


Carpe diem, fugis tempus.


                                                                                Niggle.

martes, 1 de febrero de 2011

Adios.

Temprano sentí en mis entrañas que algo se apagó, una llama que inocentemente pensé que ardería para siempre.
 Bajo la lumbre del mismo sol, que hoy amaneció frío, ayer danzamos, sobre rosaledas infinitas cantamos canciones que el viento se guardó por siempre y ya nadie recuerda. Fue en los tiempos de inocencia, cuando vos, querido amigo, fuiste mi confesor y mi leal escudero, mi sancho, mi Watson.
 Y construiste un sueño que no sabes lo grande que se hizo.
 Y te enaltecí numerosas veces, aunque nunca lo supiste.
Pero debo confesar que con el tiempo te olvide, pues, ¿que niño no olvida? y me aleje pensando que eras eterno, como el sol, y te recordé, amigo, ya tarde, cuando te alejabas en el sendero que va al borde, al desenlace de la tierra, con las respuestas que yo no tuve... sin un te quiero, sin un te extraño, sin un abrazo ni un hasta luego.
 Aunque la angustia es inevitable, de nada sirve llorarte ahora, en cambio quiero celebrarte como fuiste en vida, y que algo de vos viva en mi, es mi forma de honrarte. Una huella, una llama infinita como el sol.
 Dura es una despedida que nunca fue, pues, uno planea nunca despedirse de nadie, pero en este caso lo hago con una de las cualidades que nunca pudiste ver de mi. El escribir, aquí, en este pequeño rincón, embajada de mi corazón, mi mente y mi integridad. y te doy así, querido amigo, un te quiero, un te extraño, un abrazo y un hasta luego, pues todos los caminos terminan allí y nos volveremos a ver, para contarnos otra vez historias, y danzaremos y cantaremos esas canciones olvidadas.
Adios entonces, por ahora, querido amigo!


Niggle