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Rosario, Santa Fe, Argentina

martes, 1 de febrero de 2011

Adios.

Temprano sentí en mis entrañas que algo se apagó, una llama que inocentemente pensé que ardería para siempre.
 Bajo la lumbre del mismo sol, que hoy amaneció frío, ayer danzamos, sobre rosaledas infinitas cantamos canciones que el viento se guardó por siempre y ya nadie recuerda. Fue en los tiempos de inocencia, cuando vos, querido amigo, fuiste mi confesor y mi leal escudero, mi sancho, mi Watson.
 Y construiste un sueño que no sabes lo grande que se hizo.
 Y te enaltecí numerosas veces, aunque nunca lo supiste.
Pero debo confesar que con el tiempo te olvide, pues, ¿que niño no olvida? y me aleje pensando que eras eterno, como el sol, y te recordé, amigo, ya tarde, cuando te alejabas en el sendero que va al borde, al desenlace de la tierra, con las respuestas que yo no tuve... sin un te quiero, sin un te extraño, sin un abrazo ni un hasta luego.
 Aunque la angustia es inevitable, de nada sirve llorarte ahora, en cambio quiero celebrarte como fuiste en vida, y que algo de vos viva en mi, es mi forma de honrarte. Una huella, una llama infinita como el sol.
 Dura es una despedida que nunca fue, pues, uno planea nunca despedirse de nadie, pero en este caso lo hago con una de las cualidades que nunca pudiste ver de mi. El escribir, aquí, en este pequeño rincón, embajada de mi corazón, mi mente y mi integridad. y te doy así, querido amigo, un te quiero, un te extraño, un abrazo y un hasta luego, pues todos los caminos terminan allí y nos volveremos a ver, para contarnos otra vez historias, y danzaremos y cantaremos esas canciones olvidadas.
Adios entonces, por ahora, querido amigo!


Niggle